CUÁNTA ENVIDIA me tendría Orfeo si supiera la de veces que logré recuperar a mi Eurídice. Pero esta vez la perdí en serio: me doy cuenta por la paloma enferma que camina por la pista de tenis. De ti siempre recordaré tu mandrágora bolígrafa y tu melena fluyendo como una manguera continua de agua amarilla. Gracias, sarampiona: tú fuiste lo mejor de la última olimpiada, el único asterisco que me ha pasado.
Eurídice
